Esto es el verdadero Sandinismo (explicado por un ex-sandinista que ya está harto)

Esto es el verdadero Sandinismo (explicado por un ex-sandinista que ya está harto)

Empezamos esta primera semana de julio en Nicaragua, con una carta que recibimos de uno de nuestros 4 lectores. Su nombre, por obvias razones (represión, cárcel, torturas y muerte), no importa. Lo que sí importa es que este amigo está usando Bacanalnica para desahogarse, así como lo pueden hacer ustedes (ya saben mi dirección de correo →info@bacanalnica.com).

Esto es lo que el Chelito Secretoso (así le vamos a poner) nos mandó…

Testimonio del Chelito Secretoso

Nací en 1984. De padre y madre Sandinistas. Ambos se integraron a las filas del FSLN desde antes de los 70’s y ocuparon cargos políticos de alto nivel durante la década de los 80. Gracias a esto, no me hizo falta nada durante mi niñez, en un país en el que en ese momento escasez era lo único que sobraba.

Aunque tengo muchos primos, crecí solo, pues soy el hijo mayor del menor de los hermanos y para el momento de mi nacimiento, ya todos mis primos estaban en el exilio. Mi padre fue el único de todos sus hermanos que se quedó en Nicaragua.

Eso no importó. Crecí en un barrio cobijado por muchos amigos que cada tarde salíamos a la calle a jugar. En mi inocencia de niño “¿dónde está toda mi familia?” no era una pregunta que tuviera importancia.

La derrota del 90

Tenía apenas 6 años para la “derrota” (como los sandinistas llaman al triunfo de Violeta Barrios en 1990), pero crecí a la sombra del sandinismo. La década de los 90 fueron mis mejores años, los de primaria y secundaria; fueros los años en que tomé conciencia de mi entorno y lo que veía a mi alrededor no era más que pobreza, miseria y corrupción gubernamental. Veía todo esto mientras al mismo tiempo escuchaba sobre lo “maravilloso que fue la revolución sandinista” de la voz de mis padres.

Ya en mi adolescencia, me hice hippie. Escuchaba música testimonial y tenía el pelo largo. Aprendí a tocar la guitarra y todas las canciones de Carlos y Luis Enrique Mejía Godoy, Pancasan, Silvio, Pablo, Mercedes y muchos otros. Admiraba al Ché, a Fidel y a Daniel. Era un revolucionario.

Voté por el FSLN desde que tuve edad para votar. En 2004, me involucré oficialmente con el FSLN y por supuesto, voté por Daniel en 2006 en las elecciones que lo llevaron a la presidencia. Votar por cualquier otro no tenía ningún sentido para mí. Los cuadros del FSLN que ocupaban puestos en el Estado (alcaldes, diputados, magistrados) e incluso aquellos que formaban parte en de la sociedad civil organizada eran de un nivel altísimo. Daba gusto escuchar una entrevista de alguno de ellos. Eran un faro en un oscuro océano de corrupción neoliberal. Teníamos que ganar y finalmente lo hicimos. Nunca cuestioné el cómo ganamos, ni por qué se necesitaba de pactos para ganar. Lo importante fue que ganamos y ahora sí, por fin, Nicaragua saldría del lodo.

Nicaragua saliendo del lodo

No fue así. En un par de meses me di cuenta del error. Entendí porque mis tíos y primos se tuvieron que ir al exilio 30 años atrás. Entendí por qué tanta gente le tenía pavor al Frente. Entendí que las formas importan y que el fin no siempre justifica los medios.

Primero fueron cosas pequeñas: La decisión de despachar desde El Carmen; cambiar el escudo; mezclar Estado, Familia, Partido; llenar todo espacio público y privado de propaganda; de hacer a un lado a cualquier Sandinista de alto perfil que criticara (solo unos pocos en ese momento, pero también aquellos que más sobresalían).

Luego vino el gran fraude de las elecciones municipales de 2008, ampliamente documentadas. Ya en este momento, dejé de ser Sandinista. Me di cuenta que la cosa no iba por buen camino, pero aún no podía admitirlo públicamente. Aún después de eso coqueteaba con ellos. No es fácil aceptar que aquello que has creído toda lo vida era una mentira.

El Canal Interoceánico vendepatria

Mi ruptura definitiva fue cuando en 2012, Daniel Ortega decidió entregar todo el territorio nacional a un chino a cambio de la promesa de un Canal Interoceánico (más 10 millones para Laureano). Nunca en la historia de Nicaragua se aprobó una ley más vende patria. Si Sandino viviera se hubiera enmontañado ese mismo día. Ese día enterré al Sandinismo.

Pasaron los años. Me casé, empecé una familia. Construí una vida mientras veía corrupción en todos lados. Abril no fue una sorpresa. Tenía ya un par de años de estarle diciendo a mi esposa que había que tener ahorros y una maleta lista, porque “cualquier día revienta esto”.

Y reventó. No sabía que iba a ser aquel abril, pero sabía que era inminente.

Todo empezó aquel inolvidable jueves 19. Creo que todos en Nicaragua recordamos donde estábamos ese día. El sábado, menos de 48 horas después, vimos a la Policía disparando a los estudiantes en Catedral como si jugaran aquel juego de Patos que venía con el Nintendo.

Las imágenes eran dantescas. Quien hubiera pensado que eso era solo el comienzo.

Hoy, más de 3 años después, ya nada me impresiona. Sigo en Nicaragua pero el exilio me asecha cada día. No es tan fácil para mí. Tengo familia, esposa y dos hijos pequeños. No soy figura pública así que nadie me sigue (al menos no más que a cualquier nica de a pie) y no he perdido mi trabajo, así que soy privilegiado. Aun así, estoy cansado.

Toda mi vida pensando de una u otra forma en todo esto. No quiero irme, pero no quiero quedarme. A mis hijos los matriculé en un colegio internacional que me cuesta un ojo de la cara, con la esperanza que en un futuro ellos si se vayan y todo esto que cuento en esta carta, no sea para ellos más que una historia para pasar unos tragos.

Hoy en día me mueve la inercia. La inercia que te dan 37 años viviendo esta mierda, un día a la vez. Pero no quiero lo mismo para mis hijos y yo no estoy dispuesto a dar mi sangre para resolver el problema (nadie debería).

Hoy en día vivo en un país en el que no me atrevo ni siquiera a firmar esta carta. Masacrin ya va de salida, por una o por la otra, pero su salida parece no garantizar nada. Los nicas nos cagamos en la revolución. Espero que no nos caguemos en Abril.