Heroes de carne y hueso

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Para algunas personas (me incluyo) vivir cerca de un sitio donde decenas de personas mueren cada año sería algo indeseable y posible motivo suficiente para mudarse, pero para Don Ritchie esto es una buena oportunidad de ayudar.  Ritchie vive en la calle que da al sitio más popular para suicidarse en Australia: “The Gap” (La Brecha). Se calcula que en este peñasco se suicidan alrededor de 50 personas al año; Ritchie, como si fuera el ángel del abismo, ha salvado a más de 160 personas con la intención de suicidarse. (leer más para seguir)

Todas las mañanas desde hace cerca de 50 años, Don Ritchie se levanta y observa por la ventana si hay alguien caminando cerca del precipicio, si ve a alguien que parece querer saltar, se acerca e intenta comenzar una conversación.  Les sonríe y les pregunta si quieren tomar un té en su casa… y algunos aceptan.

“Les estoy ofreciendo una alternativa, en realidad. Siempre actúo de una forma amigable”, dice Ritchie quien justamente por alguna casualidad o causa secreta está ahí para ofrecer una realidad alternativa para las personas que buscan acabar con el juego de realidades.

En ocasiones, evidentemente, Ritchie no tiene éxito y a veces ha tenido que detener a las personas físicamente en lo que su esposa Moya llama a la policía.

Aunque ha visto muchos irse por el precipicio, Ritchie dice que no está atormentado por lo que ha presenciado ni tiene pesadillas. A sus 85 años, Ritchie lleva una una larga batalla contra el cancer, pero es optimista y cree que si no estuviera él, alguien más haría lo que él está haciendo, patrullando amablemente el abismo.

Don Ritchie no es el único heroe que existe.

Luis Crespo le dio un beso en la frente y le prometió que iba a volver. Ese fue su último acto antes de sumarse a la lista de héroes comunes y corrientes, sin capa ni espada ni poderes estrambóticos. Tras naufragar en el Río de la Plata, Luis Crespo –sí, el nombre tampoco da muy héroe que digamos- sacó fuerzas que ni imaginaba que tenía para nadar durante 7 horas, llegar a la costa y salvar la vida de su mujer, que esperaba flotando en el agua.

Ahora Luis estampó su nombre junto al de Andrés Arias, el argentino que “atajó” a un bebé que cayó desde un balcón en Barcelona; al de Fabricio Brizuela, el chiquito cordobés que rescató a su hermanito de las llamas; al de José Avelino Vega, el papá que caminó 10 horas por el frío cordillerano para llevar a su hija desnutrida al médico y al de Orlando Carrizo, un docente que rescató a su familia y varios vecinos durante el último alud que devastó a Tartagal, entre tantos otros. ¡Ah! Y cómo olvidarse de la perra China, que arrastró hasta su refugio a un bebé recién nacido abandonado por su mamá.

Y si los héroes no tienen por qué medir más de un metro y medio, ni tener poderes sobrenaturales, tampoco tienen porqué caminar en dos patas. Aunque China ni se enteró, su acción le dio sus 15 minutos de fama.

Altos, bajitos, más gordos, más flacos, de la ciudad, del campo, de aquí, de allá y de más allá. Todos protagonistas de historias singulares que, al menos por un rato, se sintieron Superman.