Y vos ¿Dónde estabas el 25 de febrero de 1990? ¿También eras sandinista? (confesiones de Twitter)

Y vos ¿Dónde estabas el 25 de febrero de 1990? ¿También eras sandinista? (confesiones de Twitter)

Hoy se celebran 30 años del fin definitivo de la última guerra civil de Nicaragua. Digo «la última» porque tenemos varias en apenas 200 años de historia como república independiente. Nadie sabe por qué, pero por alguna razón nosotros siempre tenemos un Somoza o un Daniel Ortega que quiere volver a la modalidad monarquía.

El asunto es que estaba yo celebrando en Twitter los 30 años de aquel glorioso 25 de febrero del 90, de la única manera que sé como, haciendo comentarios incómodos:

Cuando alguien que me conoce en la vida real, vino y me hizo una pregunta incomoda a mi:

Vos también eras de ese bando! podés hablar tranquilamente en primera persona!

Es el tipo de pregunta que en Nicaragua preferimos no contestar, para evitar caer en las tapas de las turbas digitales, de uno o el otro bando. Yo, sin embargo, no me le corro a la intimidad pública. Al contrario, tipo el Torólogo Lisímaco Chávez y su chicha de las 7 quebradas, yo me baño en ella. Así que entremosle sin bastimento, les voy a responder la pregunta, en primera persona.

Por cierto, ya antes me ha tocado desnudarme aquí delante de los 4 lectores y con gusto lo vuelvo a hacer (aunque hagan esa cara). Como sea, entiendo si por hoy algunos de ustedes prefieren ir a leer La Prensa para saber de la presentación en sociedad (otra vez) de la Coalición Nacional. No se preocupen, a mi también me cae mal cuando un maje gato se pone a hablar de si mismo y de su vida, como que fuera importante.

Oe tío Bacanalnica, no me digas que vos eras sapo

No. Yo en los 80 fui hijo único, después fui hermano mayor, luego fui mal alumno, luego fui nerdo (siempre con malas notas), luego quería ser jugador profesional de Nintendo y ya al final, lo único que me acuerdo es quería tener novia. Político, no fui.

En mi familia habían sandinistas y somocistas, pero por mi calidad de chatel que parecía jugado de Cegua, nunca me obligaron a ser militante activo de sus respectivas tribus. Esto es gracias a que tuve la suerte de tener una familia con sentido común. Tanto así, que me metieron en un colegio totalmente laico, que no usaba los Carlitos del abuelo Tünnerman para enseñar a contar con granadas.

La única vez que participé por mi cuenta, en algo político, fue cuando las chavalas de secundaria nos invitaron a ser parte de los «exploradores», para ir de campamento con ellas al Coyotepe. Teníamos como 11 años y casi todos los varoncitos de mi aula dijimos que sí sin pensarlo, más por las hormonas, que por la tal mística revolucionaria (es que nos daban abrazos).

Supongo que hoy no sería agnóstico, si no fuera porque en mi casa, en la casa de mis amigos y en el colegio, podía hablar con relativa libertad de todos esos temas incómodos, incluyendo la política y (a veces) la religión. Aún así, debo confesar que la propaganda de los 80 me hacía dudar sobre si era o no cierto que la Contra era ese ejercito mercenario que los gringos contrataron para fregar a los pobres sandinistas. Te recuerdo, no había Internet.

Uy, a pues sí eras sapo

Pero tampoco le ponía mucha mente, era un chatel privilegiado de clase media que vivía en Managua. La guerra para mi era una noticia lejana y mi familia hacía lo posible por darme una vida normal. Recuerdo haber viajado a Panamá, a visitar a familiares, y recibir miles de preguntas sobre la guerra, el comunismo y todo eso. Yo pocas veces tenía una respuesta, por el mismo privilegio y porque era jugado de Cegua.

En el 90 todavía no podía votar, pero recuerdo haber ido a varias caravanas que hacían los dos partidos en mi barrio. Y cuando digo mi barrio en realidad me refiero como a 4 barrios juntos, porque con eso del SMP, el chavalero se fue arralando y uno tenía que buscar vida más largo.

Un molote de chavalos se bajaba de una caravana organizada por los vecinos sandinistas, para montarse en otra caravana, organizada por los vecinos de la UNO. Nadie hacía clavo, supongo que eso de tener familia en ambos bandos era algo común en todas las casas.

Así de inocente lo recuerdo. No tenía idea que se estaba jugando el fin de la guerra civil y el regreso a la democracia.

Ganó la UNO, yupi? (creo)

Cuando ganó la UNO, recuerdo que parte de mi familia se desboronó y otra parte explotó de felicidad. Como le dije al que me hizo la pregunta incomoda en Twitter, si acaso lloré ese año, fue porque no me podían comprar un Nintendo o porque la chavalita que me gustaba, rompió en mi cara una carta de amor donde le pedía ser mi novia (no se me olvida, vos sabes quién sos).

Como estaba en el Colegio Alemán, recuerdo más (o con la misma claridad), la caída del muro de Berlin y la final del mundial Italia 90.

Por supuesto que viví un sinfín de limitaciones, como la mayoría de los que vivimos esa Nicaragua de los 80, pero como era parejo, ni se sentía. Ni desodorante usaba, para decir que sufrí por usar Toque Final.

Hombre, qué quieren que les diga. A mis 13 años, francamente era un chatel idiota que no tenía idea que si no fuera por la UNO y doña Violeta, en unos meses me hubiera tocado ser «Cachorro de Sandino» y jugar «Contra» en la vida real. Estoy claro, que mi experiencia hubiera sido totalmente diferente, si uno de los más de 50 mil muertos que murieron en la guerra civil, hubiera sido un pariente mío (cómo tantos que conozco). Pero en mi caso, lo que sucedió es que unos cuantos emigraron, así como yo el año pasado.

En retrospectiva todos tenemos visión 20/20

En retrospectiva, ahora puedo decir que todo cambió ese día. Gracias a que se acabó la censura y la propaganda, los que vivimos los 80 en Nicaragua, comenzamos a ver las cosas a como realmente fueron. En mi familia, hasta los que eran sandinistas dejaron de defender lo indefendible en los 90. La Piñata es y era un argumento poderoso, a prueba de cuinas.

Yo, de chatel idiota, pasé a ser adolescente menos idiota, a joven casi no tan idiota. En cuanto tuve la edad, participé en política muy activamente (cuento para otro día), pero nunca en el sandinismo. Siempre en la acera de enfrente.

Cuando tenía discusiones políticas con alguien que decía ser sandinista, me bastaba con hacer una pregunta para acabar el debate: «¿Qué pensas de la guerra civil de los 80?». Era como kriptonita. Porque recuerden, para el sandinismo, no hubo guerra civil. Es de esos vacíos en la historia, de los que tampoco se puede hablar.

Algunos cambiaban de tema y se retiraban disimuladamente. Otros trataban de desempacar el discursito ese de que era culpa de los gringos y se enredaban solos cuando caían en la cuenta que no hubo un solo soldado estadounidense.

El sandinismo no cambia

De todo podemos acusar a Daniel Ortega, menos de no ser coherente con sus principios. Y cuando digo principios, no me refiero a conceptos tan abstractos como sandinismo o socialismo. Me refiero a su verdadera vocación, lo que lo hace feliz. Estoy hablando de 3 cosas que Masacrín sabe hace mejor que nadie en la historia de Nicaragua: matar, violar y robar. Su «personalidad» es tan fuerte, que en vez de él seguir las lecciones y las reglas que dejaron Carlos Fonseca y el resto de fundadores del Frente Sandinista, vino y cambió completamente el concepto de lo que es ser sandinista. Lo redefinió, a su imagen y semejanza.

Decía hace poco la poeta colega escritora (aytaón) Gioconda Belli, que Daniel Ortega «engatusó» a los militantes del Frente Sandinistas para eternizarse en la presidencia (secretaría) del partido. Me dio ternura. Según ella, los sandinistas (esa masa de gente que al final de cuentas define con sus acciones lo que es ser sandinista) ¿Están siendo manipulados, por esos discursos divagantes de Masacrín, que los obligan a hacer lo opuesto a lo que sus corazones rojinegros les dictan? Además ¿Una manipulación que ha sido efectiva por los últimos 40 años y más? No lo creo.

Varios notables, algunos intelectuales y líderes carismáticos, en su momento le dieron una opción de cambio al sandinismo  Y éste respondió «no gracias, aquí con el Comandante estamos bien, él nos representa». Sergio Ramirez, Vilma Núñez, Herty Lewites y muchos más recibieron su respectiva dosis de ubicatex, cuando quisieron cambiar al sandinismo.

Hoy todos celebramos el gane de la UNO. Todos.

Como le dije a los ex-sandinistas que se aferran en diferenciar el orteguismo del supuesto sandinismo (que solo existió en sus sueños de juventud), el FSLN no cambia. No ha cambiado en los últimos 40 años y no va a cambiar pronto. Como diría mi hija, la chiquita que se cree Elsa «Papa, leridgou«.

En todo caso, el que ha cambiado sos vos y que bueno por eso. Yo sé que debe ser raro celebrar lo que alguna vez te causó tanta tristeza. Por eso lo dije en Twitter. Pero es mejor eso, a seguir buceando con la boca y los ojos abiertos, en la pila de aguas negras, conocida como el reino batracio.

Ahora todos somos opositores. O como es más correcto el término, ahora todos somos víctimas de crímenes de lesa humanidad. Porque Daniel Ortega será político, pero como ya dije, en primer lugar es asesino, violador y ladrón.

También celebremos que hoy por fin se firmó la partida de nacimiento de la Coalición Nacional. Aunque no lo crean, el PLC y el MRS estuvieron ahí de testigos. Así como gente de la Resistencia y el Movimiento Campesino. La cosa está agarrando forma y aunque no me lo crean, Masacrín está pupuseado. Según él, lo disimula muy bien: