El controversial adios a Aniceto Prieto (ni negro, ni blanco)

El controversial adios a Aniceto Prieto (ni negro, ni blanco)

Las cosas no son blanco o negro. A medida que te vas haciendo viejo te das cuenta que la vida esta tapizada de matices de gris. Por ejemplo, a vos te gusta la música de Michael Jackson? Sí, pero no? Por el título de la nota, ya saben hacia dónde voy con esto.

Se murió don Otto de la Rocha y los que no somos batracios, no sabemos cómo sentirnos al respecto. No fue gran político, tampoco intelectual, pero sí un artista y un icono de la cultura nicaragüense. Si viviste los 80 y 90 en Nicaragua, sabes quién es él y te reíste (o te ofendiste) con sus ocurrencias. El doble sentido no es mi herramienta favorita, pero cada vez que la uso, me acuerdo de él, como si fuera un maestro. Es difícil no tener envidia de su «GRAN paloma … (pause) … mensajera».

Otto de la Rocha, el original (más o menos)

Al igual que Apple, don Otto no fue muy original con sus creaciones. Pero igual tenía éxito gracias a su estilo único. El bigote de Hitler, que le copió a Chaplin, es un buen ejemplo de ello.

En lo personal, Lencho me gustaba más que Pancho, porque el humor me es más atractivo que el miedo. Pero estoy claro del valor cultural de ambas creaciones y sé cuál fue primero y quién copió a quien. A propósito de este tema, Freddy Membreño me mandó la siguiente historia sobre Aniceto Porsisoca. «¿Quién es ese?» preguntan todos los que no son salvadoreños. Te invito a leer:

Dos Anicetos, dos grandes unidos por muchas coincidencias.

Hace 72 años, dos hombres de origen humilde, pero llenos de sueños y con un talento inmensurable iniciaban sus carreras artísticas que los llevarían a ser recordados para la posteridad.
En Nicaragua en 1948 iniciaba su carrera como actor radial, cantante y humorista don Otto Benjamín de la Rocha. Autor de canciones que ya son patrimonio cultural de Nicaragua como La Pelo de Maíz, Managua linda Managua y Plutarco Malpaisillo, además empezaba a darle vida al inmortal Aniceto Prieto, personaje con el que hizo crítica social, retrató la picardía y malicia cultural del campesino nicaragüense e hizo reír a carcajadas a quienes sufrían durante momentos de pobreza, guerras y todos los males viejos y actuales – que son los mismos- que han aquejado a nuestro país durante décadas.

Cualquier nicaragüense pensaría que como Aniceto Prieto no hay dos. Sin embargo, eso no es del todo cierto. Conversaba con un amigo salvadoreño hace unos años en un restaurante típico en Estelí, cuando empezó a sonar unas de las conocidas canciones de Aniceto Prieto – una de esas vulgarazas-, como buen guía turístico empecé a explicarle sobre tan peculiar personaje y su relevancia cultural, entonces para mi sorpresa su respuesta fue: Aniceto Prieto es Igual que Aniceto Porsisoca.
Ahora era él quien me explicaba que en El Salvador hubo un comediante radial y televisivo cuyo personaje eterno fue Aniceto Porsisoca Botado (Porsisoca por el lado de la madre y Botado por el padre). Un campesino mal vestido, pícaro y siempre en la rebusca.

Carlos Álvarez Pineda fue ese salvadoreño que desde 1948 le dio vida al personaje de Aniceto, y para mi mayor asombro al buscar en internet las imágenes de los personajes, podemos decir que son casi idénticos. Además, empezaron sus carreras en el mismo año y con temáticas muy similares.
Jamás he encontrada ningún archivo que indique si alguna vez se conocieron, si uno se inspiró en el otro, o si existió algún tipo de conexión entre ambos personajes, aunque todo indica que todo es una inmensa coincidencia.

Seguramente habrá gente con más conocimiento e información que yo, sin embargo, es suficientemente fascinante para mi saber que dos grandes artistas dieron vida a dos personajes con el mismo nombre y que hoy cuando ya ambos han dejado este mundo, seguirán en la memoria y en los corazones de sus pueblos.

Freddy Membreño
Guía Turístico

Yo tampoco sé quién fue primero, o quién copió a quien. Y tampoco me parece tan importante. Aniceto Prieto se ganó un lugar especial en mi infancia.

Aún así, mentiría si les digo que siempre disfruté sus cuentos (ya al final llenos de anuncios). O sus rebanes repetitivos de la Paloma. Pero tienen que entender, en esos tiempos no había otro palo en que ahorcarse. Es difícil verlo ahora, porque estamos saturado de contenido por todos lados, pero alguna vez en Nicaragua, podías pasar varias horas sin tener nada que ver u oír (y nunca fui gran lector de ficción).

Otto de la Rocha, el batracio

No se puede negar. No hace falta tampoco. Él siempre estuvo ligado a la radio oficial del partido de Daniel Ortega. Y en abril, junto a otros periodistas «revolucionarios» firmó una carta gallo gallina que terminó por confirmar su estigma de batracio for life.

En un tweet, alguien que sabe mucho de muchas cosas y que tiene PHD en casi todas las ciencias ocultas y no ocultas, dijo que seguro fue la mística revolucionaria:

Así es, el miedo o la conveniencia. Esas son las dos grandes motivaciones de los batracios para apoyar a Daniel «El Masacrador de niños» Ortega. Ninguna de las dos es excusa, así que Aniceto, ni Pipo (otro de los que firma la carta) serán excusados por la historia. Ni por vos, ni por mi.

Su legado estará siempre marcado por su afiliación a la organización terrorista más despreciable en la historia de Nicaragua. Al igual que la de los Mejía Godoy o la del tío Sergio.

Pero como dije, la vida es una serie de matices grises. Ser (o haber sido) sandinista, no es equivalente a ser asesino o violador de menores, como lo es Daniel Ortega. Eso hay que tenerlo claro. No es tan simple.

Es como en esos dilemas morales, que no tienen una solución blanca. Si un doctor salva la vida de una madre, pero no la de su niño. ¿Es un asesino de niños? Todos los sandinistas que siguen trabajando en las instituciones del Estado, son cómplices del asesino?

Lo que quiero decir es que hay grados, matices y tenemos que aprender a usarlos. Porque una Nicaragua polarizada, blanca o negra, es la receta perfecta para el subdesarrollo y el conflicto eterno. Créanme, como nica que soy, me considero un experto.

Finalmente, buen viaje al gran Aniceto Prieto. Por lo que fue y por lo que no fue. Cada quien es libre de ubicarlo en el grado de gris que mejor le parezca. Solo recuerden estudiar y hacerle caso a sus padres.